Las (des)ventajas de tener una RAE
No hay quien sea un hispanohablante y de pequeño no haya escuchado “según la Real Academia Española…” antes de la definición de cierta palabra. Desde la escuela hasta noticieros, esa introducción ha sido repetida hasta el cansancio porque, al fin y al cabo, la RAE rige el idioma español. Y mientras no es la única organización dedicada a la promoción de nuestro idioma, sí es la indiscutible razón por la que a través del paso del tiempo, los alrededor de 500 millones de hispanohablantes podemos entendernos mutuamente.
Cervantes vs. Shakespeare
La RAE fue creada con el objetivo de mantener la pureza del español y viene haciéndolo desde 1713 con la publicación de regulaciones y diccionarios que, edición tras edición, dan que hablar con cada uno de sus cambios. Porque la realidad es que, al tener un órgano regente en nuestro idioma, los cambios después de más de 300 años fueron relativamente pocos. Eso nos permite tener la dicha o no (según cuánto disfrutamos leerlo en clase) de comprender casi perfectamente la edición original de Don Quijote de la Mancha, publicada en 1605. Obviamente, algunos cambios maquillaron un poco el contenido, como cambiando Quixote a Quijote, pero es destacable que un idioma tenga cambios tan pequeños como para permitirnos leer algo publicado hace más de 400 años.
Para hacer obvio este beneficio, alcanza con preguntarle a cualquier nativo de habla inglesa su opinión sobre las obras de un tal Shakespeare, escritas en el llamado inglés moderno temprano. Así como nosotros somos obligados por la currícula a leer a Cervantes, las poesías de Shakespeare son obligatorias para gran mayoría de los estudiantes angloparlantes y una cosa es cierta: Don Quixote es pan comido en comparación.
El idioma inglés no tiene una institución que rija su lenguaje. Si bien hay publicaciones que son reconocidas como autoridades (tal vez le suenen Oxford o Webster por los diccionarios que publican), teóricamente cualquier angloparlante podría modificar su idioma si lo quisiera. Un ejemplo lo da Mary Norris, correctora de la revista The New Yorker en su charla TED de 2016. Ella cuenta cómo la publicación tiene el derecho de elegir cómo escribir ciertas palabras a discreción, sin que la palabra esté técnicamente incorrecta. Al contrario: al ver coöperate (cooperar, en español) escrito con una diéresis hace que el lector sepa que está leyendo The New Yorker y no otra publicación. Ni hablar cuando, durante la misma charla, empieza a hablar sobre puntuación. Ir a una charla así en nuestro idioma sería la peor pesadilla de cualquier lingüista.
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La realidad es que la no-gobernabilidad del idioma inglés permite a sus hablantes el beneficio de poder modificar casi a piacere sus palabras, usan conjunciones por doquier y básicamente transformar en jerga cualquier frase. Esta flexibilidad, que en principio hace que los hispanohablantes, nos volvamos verdes de envidia, es un arma de doble filo. Demasiada transformación y el idioma deja de ser inteligible para otros. Nuestro blog en inglés se hace eco de esto cuando habla de Singlish, el idioma criollo de Singapur, derivado originalmente del inglés y, cuyos gobernantes desesperadamente quieren que su población vuelva a hablar el inglés “común” porque limita sus oportunidades económicas.
Viaje sin fin
Es cierto, el español tiene una tendencia a ser un poco acartonado, especialmente si se lo compara con idiomas como el inglés. Pero también nos abre múltiples puertas viajar miles y miles de kilómetros.
Definitivamente, una gran ventaja de nuestro idioma y su homogeneidad es poder hablarlo sin parar cruzando de un país a otro en Latinoamérica. La fantasía de cualquier nómada o aventurero. Pero, ¿por qué frenar ahí? Gracias a la visión real española, podemos fácilmente darle la vuelta al mundo en un sólo idioma. Después de América, saltemos a Isla Pascua, seguido de Filipinas y algunos lugares de África.
Tiempos modernos
Las nuevas tecnologías y la naturaleza de un idioma vivo hacen que día a día, el lenguaje cambie y se amolde a cada nueva generación. Todos queremos diferenciarnos de nuestros antecesores, por lo que vamos a utilizar toda herramienta disponible para cambiar la expresión más básica que tenemos que es lo que decimos. Cada generación modifica sus expresiones y las hace “modernas” y los “adultos” quedan fuera de juego.
Al mismo tiempo, un mundo globalizado es un mundo donde otros idiomas entran en constante contacto con el nuestro. ¿No nos hace cool hablar como alguien de New York? Occidente pone su atención es el gran productor audiovisual que es Estados Unidos, y las palabras que salen de nuestros labios se hacen eco de esa influencia.
Pero, ¿y si uno habla otros idiomas, fuera del español? ¿Qué hacer cuando también hablamos portugués, por ejemplo, y nos cuesta recordar si se escribe libre o livre? Tal vez, sea momento de entrar al app store y descargar el diccionario de la RAE o cualquier otro. O tal vez sea momento de aprovechar nuestros cursos para perfeccionar el dominio en el idioma que desee. De seguro Cervantes estaría orgulloso.