La lucha por hacer los idiomas inclusivos

Se cumplió un nuevo aniversario de los disturbios de Stonewall. Gracias a ese evento pivotal, el colectivo LGBT+ tomó visibilidad y empoderó a todo un sustrato de la sociedad que estaba oprimido. Ese empoderamiento, junto con otros eventos de los años 60 y 70, cambió a cómo hoy percibimos los que el género es. Ser inclusivo podría decirse que está de moda (¡finalmente!) pero abre una gran Caja de Pandora: la de los lenguajes inclusivos.

Stonewall

El frente del pub Stonewall Inn en 1969. Foto vía Wikimedia.

La madrugada del 28 de junio de 1969, en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, la policía realizó una redada en un pub llamado “Stonewall Inn”. La mafia era la dueña del pub y generalmente tenían un informante que les avisaba cuándo vendría la policía. Cuando venían, el operativo era simple: se verificaba la identidad de los asistentes, y quienes vestían ropas que no se correspondía con su identificación, eran arrestados.

Pero esa noche, nadie les había avisado. El bar estaba lleno de gais, transexuales, lesbianas, drag queens y demás clasificaciones del espectro sexual. Los que no fueron arrestados, fueron echados del bar, pero igualmente se quedaron en las inmediaciones. El tumulto, la cantidad de gente y la confusión entre la policía hicieron subir las tensiones. Un poco de maltrato policial a la vista de la muchedumbre alcanzó para que las tensiones den paso a violencia. Fueron dos noches de furia donde el colectivo LGBT+, incluso ayudados por indigentes, tuvieron el control de la calle. Fue el catalizador que le sirvió a la comunidad para no sólo dejar explotar sus sentimientos pero también, ver el poder de cohesión que se podía lograr. Ya no se trataba solamente de un gay afeminado resistiendo un arresto, sino de una turba violenta capaz de mucho más.

El nivel de visibilidad alcanzado fue el puntapié de una larga lucha por derechos LGBT+ en Nueva York y el resto del mundo que continúa hasta hoy.

Neutralidad de idiomas

Stonewall empoderó no sólo al colectivo LGBT+ sino también a otros grupos oprimidos. Se dio en un contexto donde lo racial y lo sexual eran motivo de debate constante en Estados Unidos. Todas esas batallas que las minorías lucharon en el pasado, nos traen a hoy y a cómo la pelea en cada ámbito de la vida incluye también la forma en la que hablamos.

Los baños también tienden a ser no binarios. Foto vía Wikimedia.

Hoy vemos cómo las diferencias entre géneros se comienzan a hacer más difusas y menos marcadas, con una clara tendencia hacia lo unisex o neutral. Lo vemos en la moda, la distribución de los baños (cosa que de hecho, en los últimos meses resonó mucho en Estados Unidos) y en los juguetes para niños, entre otros. Sin embargo, hacer idiomas más igualitarios desde lo gramático es algo mucho más abstracto y complejo.

Primero y principal, los principales actores que empujan hacia utilizar lenguajes inclusivos son aquellos que son afectados por el mismo en primer lugar: entonces tenemos feministas o impulsores LGBT+ de un lado. Hasta podríamos entrar en una discusión mucho más compleja sobre la identidad de género y la subyugación de las mujeres en muchas sociedades. Pero la realidad tiene que ver más en cómo algo que es necesario tiene que ser visibilizado en primer lugar, para luego ser normalizado. Similar a lo de Stonewall.

Hay muchos idiomas que tienen género gramatical que se hace eco de este sistema binario hombre-mujer. Entre ellos están el indostánico (también llamado hindi-urdu) y las lenguas afroasiáticas, bálticas y celtas. Por otro lado, hay otras familias idiomáticas que no tienen este problema. Por ejemplo, idiomas como el alemán y los eslavos tienen aparte un tercer género neutro.

De más está decir que el español y la mayoría de las lenguas romances entran en el primer grupo. Pero, tal vez, eso esté por cambiar.

El ejemplo francés

El francés, igual que el español, es “masculino-primero”: si hay un grupo de personas de ambos géneros, el masculino toma precedente, inclusive si hay mayoría de mujeres. En una sociedad construida alrededor de la liberté, egalité, fraternité, tener un idioma así no suena muy igualitario que digamos. Entonces, hace años comenzó una tendencia para hacer al idioma más neutro o, en su defecto, incluir género femenino en palabras que tradicionalmente no lo tienen. Por ejemplo, profesor se traduce como professeur y es siempre masculino. Pero últimamente, apareció su contraparte femenina professuese. Ni hablar de cómo se están utilizando puntos intermedios para enfatizar plurales que incluyan el género masculino y el femenino. De esa forma, partidos de izquierda, grupos universitarios y militantes hablan de adhérent.e.s (miembros), étudiant.e.s (estudiantes) y militant.e.s (militantes).

Ante tal escenario, la Académie Française (la ‘RAE’ del francés) emitió un comunicado calificando la tendencia de los puntos como una ‘aberración’ que pone al idioma en un ‘peligro mortal’.

A pesar entonces de haber perdido esta batalla, la guerra no está perdida: el gobierno francés ha permitido la utilización de géneros femeninos en contextos como búsquedas laborales.

El futuro del español

Cuando Pedro Sánchez nombró a su Consejo de Ministros con mayoría de mujeres, hasta la RAE tuvo que entrar al debate. Foto vía La Moncloa. Pool Moncloa/Fernando Calvo

En el lenguaje escrito, especialmente el diseminado por Internet, vemos como la ‘x’ o el arroba (@) tienden a reemplazar las vocales que indican género gramatical. En ámbitos tal vez más formales puede que se usen las/los. Sin embargo, esto no resuelve el problema de dualidad de género. Como solución, surgió hace ya algunos años el utilizar la ‘e’ como reemplazante. Entonces, cuando tenemos una estructura que nombra sólo hombres, hablamos de ‘los’; si son mujeres, son ‘las’; y si hay hombres, mujeres o cualquier otro género, hablamos de ‘les’. 

De nuevo, tal vez la primera batalla se pierda, pero lo importante es visibilizar. Por ejemplo, hace algo más de un mes, la sociedad argentina se escandalizó por el debate legislativo para despenalizar el aborto. Sin embargo, dentro del empoderamiento feminista que tuvo la cuestión, también la sociedad se escandalizó por el uso de lenguaje inclusivo. Sin embargo, la tendencia ya llegó: el gobierno argentino, a través de la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, promueve usar la ‘e’ como marcador de un género gramatical neutro.

Si bien Argentina no es el mejor ejemplo en el uso del español correcto y puro, la discusión también está instalada en España misma. Hace un mes, la RAE ponía el grito en el cielo cuando el nuevo Consejo de Pedro Sánchez era nombrado “de Ministras”. Si bien, la RAE terminó aceptando como correcto el término “Consejo de Ministras y Ministros”, esta batalla parecería haber sido una victoria del lenguaje inclusivo. Veremos qué pasa con el resto de la guerra.

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